por Raúl Acosta
Este verano se produjo en Mar del Plata un fenómeno singular. De una parte un saltimbanqui que cuenta su vida casi hasta el desmayo convirtiendo lo suyo, un trabajo individual, en un fenómeno colectivo que conmueve hasta las lágrimas. Mauricio Dayub y “El Equilibrista”. En el mismo verano y en la sala mejor programada del verano (Payró) un fenómeno teatral colectivo con un altísimo pico, poco menos que insuperable: Pompeyo Audivert en “Trastorno”.
El caso de esta obra dispara reflexiones, evoca fantasmas, exige buscar dentro. La obra se llama “Trastorno”, pero podía llamarse “Nosotros” y entenderíamos igual. Estamos dentro. Tal vez desde mosaicos que no recordábamos, pero que existen. Con ellos el piso por donde transitamos. Donde estamos parados.
Un origen inatajable
La obra “Trastorno” se basa en un texto de Florencio Sánchez. “Florencio Sánchez (1875-1910) Nació el 17 de enero de 1875 en Montevideo, (Uruguay) y murió el 7 de noviembre de 1910 en Milán (Italia). Fue un dramaturgo, periodista y anarquista uruguayo, cuya producción y herencia artística se desarrolla en ambas orillas del Río de la Plata, (Argentina) /…/ Prófugo de la policía se fue rumbo a Rosario (Argentina). En Rosario fue secretario de redacción de “La República”, publicación dirigida por Lisandro de la Torre. Fue aquí donde publicó sus primeras notas de carácter político y social. En ellas aparecía el realismo crítico y mordaz que caracterizó a su producción teatral”.
Florencio Sánchez escribió para los hermanos Podestá (es decir, para el verdadero origen rioplatense). En Rosario se estrenó “Canillita”, obra que aún hoy sirve para identificar un oficio. No quisiera apartarme del resplandor que causa la obra de teatro que origina estas líneas, pero debo indicar: el mejor retrato del argentino promedio aparece en “M’hijo el dotor” una obra teatral escrita en 1903 por el dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez. Fue la obra por la que adquirió gran reconocimiento. Es un drama rural en tres actos que presenta un choque entre la gente perteneciente a la sociedad rural de principios de siglo, y los que se han mudado a la ciudad. El tema de la obra es el conflicto entre dos concepciones diversas de la vida, el eterno enfrentamiento de las generaciones. Los argentinos aún estamos con ese tema: la “movilidad social ascendente” es eso. En el 1906 estrena “El Pasado”, base del trabajo en Nosotros, perdón, en Trastorno.
Raíces perenes
La familia Podestá recorrió con su carpa itinerante los pueblos cercanos a Montevideo y, más tarde, cruzaron a la Argentina donde se presentaron en diferentes poblaciones de la provincia de Buenos Aires con gran éxito. En 1886 en la ciudad de Chivilcoy, la compañía estrenó el drama criollo “Juan Moreira”, considerado el primer drama argentino e inicio del teatro rioplatense. Para desempeñar el papel protagónico fue contratado el payaso, acróbata, guitarrero y jinete uruguayo José (Pepe) Podestá. Era conocido en nuestro medio bajo el apodo de Pepino el 88, debido a que en su traje de payaso exhibía un parche con lunares que parecían dos ochos. Con esta gente comienza el teatro argentino, al que solo le faltarían los hermanos Discépolo. Del circo al grotesco. De allí viene lo que vimos en Mar del Plata, en el Teatro Payró. De esa suma. Con el agregado de la puesta y las actuaciones.
La crónica dice: 23/09/1998 El artista plástico Eduardo Audivert murió ayer, víctima de un cáncer. Había nacido el 2 de agosto de 1931. El lunes había cerrado su última muestra, un conjunto de acuarelas inspirado en el paisaje del Rosedal, que se exhibió en Colección Alvear, de Zurbarán. Eduardo era hijo del grabador Pompeyo Audivert, que la transmitió el oficio y el amor por el arte. Fue alumno de Demetrio Urruchúa y completó su formación en el Instituto Superior de Arte de la Universidad de Tucumán, en la famosa clase de Lino Enea Spilimbergo. El primero fue el abuelo catalán. Toda una línea en el arte, en la mirada diferente sobre las cosas. Aún hoy se reverencia al “acuarelista”.
Pompeyo Audivert (10 de agosto de 1959) es un actor, director teatral y dramaturgo argentino. En un reportaje del Diario La Nación dice: “Nos hemos confundido y pensamos que el teatro trata los asuntos circunstanciales de los que habla una obra, del avatar, de la cuestión psicológica implicada en él como presunta profundidad. Entonces la cuestión metafísica queda relegada como telón de fondo, y el teatro pierde de vista su sentido, queda reducido a la superficialidad unidimensional del espejo”.
La vida entera en las espaldas
El programa advierte: “Trastorno”, un culebrón metafísico de Pompeyo Audivert. Da el listado: Pompeyo Audivert, Juan Manuel Correa, Pablo Díaz, Jazmín Levitán, Fernanda Khabie, Julieta Carrera, Fernando Naval y un actor en el violoncelo, ya que tienen música en vivo: Claudio Peña.
En la obra aparecen esos diálogos tan ridículos (hoy) de las radionovelas, fotonovelas, después telenovelas que definieron un habla de circunstancias que las crisis alteran, alteraban ayer, alteran hoy.
El lenguaje es parte de la obra. Sustancia. Sobrellevar ese juego entre el grotesco, el ridículo, la sonrisa, la burla y, finalmente lo específico: cubrir el relato no es sencillo. Hay una sola posibilidad que puede resumirse en esta clave: …”es todo broma pero debes creerlo, porque no es broma, estoy bromeando para estrujarte el alma…“.
Confieso que a mi edad estoy lleno de fantasmas. Por un instante Audivert era Héctor Alterio en “Las criadas”. Ese porte, ese paso de los tonos arriba y abajo, esas convenciones de lenguaje y lo gestual. Dios mío, Jesús, María y José…ay, que actuación… a mi me va a dar algo…
Daban ganas de meterse en el texto. Lo dicho, somos nosotros. Mas claro, está Florencio Sánchez y su espíritu anarquista, está la desesperación por un teatro nacional de los Podestá, están los personajes miserables de Discépolo, las tonterías costumbristas de Vacarezza (otro padre inevitable) y el juego intelectual que propone Audivert. Suya es la puesta. Su personaje, Rosario, es una clase magistral donde lo dicho, los tonos, los mínimos gestos, la respiración y el arquetipo con el que juega, desde el punto anterior al ridículo, es tan eficaz que uno quiere que siga, que siga el teatro; que de eso se trata. Quien sepa qué hacer con su pasado y cómo ordenarlo debe ir. Estamos todos. El “Trastorno” en Mar del Plata somos “Nosotros”, aplaudiendo en el Payró. Aplaudiendo de pie.